jueves, 21 de noviembre de 2013

La importancia del desarrollo intelectual en la adolescencia



Te encuentras mirando las noticias en televisión y comentas con tu hijo algún aspecto de la actualidad. Desde luego, las cosas han cambiado. Ya no es un niño y lo notas. Puedes hablar con él de otra manera, sabe valorar las posibilidades para afrontar un problema, está adquiriendo capacidad crítica... en definitiva, está desarrollando el pensamiento formal. Los padres desempeñamos un papel decisivo en la madurez intelectual de nuestros hijos adolescentes. Debemos tener en cuenta que en la aparición del pensamiento formal influye enormemente el ambiente que les rodea.


Los años infantiles previos a la adolescencia son realmente cruciales. De hecho, en ellos se sientan las bases de la futura persona. Por eso no es en absoluto vano el celo de los padres por preservar el estado de salud de sus hijos y por ofrecerles la mejor educación.

Pero si eso es válido para todos los aspectos de su personalidad, resulta definitivo para su desarrollo intelectual. A lo largo de la infancia se produce el desarrollo de la percepción a través de los sentidos; se desarrollan capacidades como la memoria, la imaginación y la atención; se adquieren instrumentos básicos como el lenguaje y el cálculo; se consigue, finalmente, un amplio baúl de conocimientos concretos a partir de la experiencia y la enseñanza sistemática…

Y, por fin, con la llegada de la adolescencia, tiene lugar la eclosión del pensamiento... Logrará, al final del proceso de desarrollo, no sólo comprender la realidad que le rodea, sino conocer y comprender lo posible, lo probable, lo lejano, lo abstracto... Será capaz de llegar al estado intelectual más evolucionado, más propiamente humano.

Naturaleza del pensamiento formal

Este último estado en el desarrollo intelectual es lo que se conoce como el pensamiento formal. De hecho es una nueva manera de pensar. De forma progresiva adquirirá capacidad para valorar distintas posibles soluciones a un problema, podrá prever las consecuencias de actuaciones presentes, adquirirá capacidad crítica al ser capaz de relacionar realidades concretas con reglas generales o abstractas y podrá reflexionar sobre diferentes realidades posibles.

A medida que vaya dominando con eficacia estas nuevas capacidades, disfrutará conversando con sus amigos sobre las realidades trascendentales de la vida, hará uso de la crítica, al principio de manera muy tajante, y será capaz de delimitar sus aspiraciones de futuro de una manera realista.

Un ejemplo la confesión de una joven de 15 años- "He decidido que no dejaré los estudios y que acabaré la Secundaria. He pensado que si no tengo estudios me será más difícil encontrar un buen trabajo que me permita independizarme… Y además es una tontería haber estudiado tantos años para nada."

Esta joven conocía su obstinación por dejar los estudios. Pero esta nueva capacidad que le permite analizar sus posibilidades y establecer hipótesis sobre su futuro, por tan poderosa, le amenaza y le confunde. Se asusta cuando al establecer una relación lógica de acciones para lograr lo que se propone, constata que algunas cosas del presente (presión de los amigos, pereza, problemas con los estudios) le tienen atrapado y no sabe cómo salir.

Y en medio de su incertidumbre, a veces, se deja llevar por los acontecimientos y aplaza la toma de decisiones, vive el presente y se evade de la responsabilidad de su futuro.

La misma joven, añadió:  "Lo que pasa es que cuando tengo que ponerme a estudiar me da mucha pereza, luego me quedo como atontada. Sé que lo tengo que hacer pero no sé qué me pasa... No sé si haré nada." Por lo que estaba confusa, quería pero no estaba segura de querer intentarlo.

Desarrollo del pensamiento formal en la adolescencia

El desarrollo del pensamiento formal en la adolescencia se produce de una forma significativamente diferente al desarrollo físico. Mientras que éste se produce de una forma progresiva, relativamente rápida (tres o cuatro años) y en una secuencia semejante en la mayoría de los individuos, el desarrollo intelectual tiene lugar con más lentitud (siete u ocho años), en una progresión irregular y con notables diferencias entre unos y otros.

A los 11 o 12 años se suele producir un cambio brusco en la manera de pensar de los chicos y chicas. Reúne algunas características del nuevo estado aunque aún es muy rudimentaria. Pero no será hasta los 20 años o más cuando bastantes de nuestros hijos alcanzarán una cierta plenitud del pensamiento formal.

La pubertad, y con ella los cambios físicos y fisiológicos que la determinan, es un cambio necesario y predecible que acaece con escasa participación de las influencias del medio. Sin embargo, las habilidades intelectuales propias del pensamiento formal constituyen un cambio que no necesariamente se da en todos los individuos y que depende de las influencias del ambiente.

Los cambios físicos de la pubertad son fruto de la dotación genética, sin embargo, los cambios en la estructura del pensamiento necesitan la influencia positiva del ambiente. Se ha podido llegar a esta afirmación tan rotunda al constatarse que, en algunas de las sociedades, ninguna persona adulta demostraba competencia para superar con éxito algunas pruebas que requerían habilidades intelectuales propias del pensamiento formal y que no habían sido desarrolladas previamente.

La conclusión educativa para los padres resulta evidente: tienen que asegurar la estimulación sensorial e intelectual en la edad infantil y ofrecer al hijo o hija entre 11 y 20 años ocasiones de reflexión y de diálogo sobre asuntos diversos. Además, en ambas edades, será crucial, por su influencia, la elección del mejor centro educativo posible.



José María Lahoz García

Pedagogo (Orientador escolar y profesional),

Profesor de Educación Primaria y de Psicología

y Pedagogía en Secundaria
FUENTE: solohijos

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